Los sectores del transporte, industrial y residencial son los que más generan consumo energético en sus procesos de producción y operativos. Dentro de estos sectores, un subsector como el de fabricación de plástico dimensiona la importancia de aplicar estrategias de eficiencia y transformación energética para reducir su consumo eléctrico.

Según cifras del UPME (2020), el costo energético de las máquinas inyectoras de plástico en una planta de procesamiento, puede llegar a representar más del 40% de los costos operativos. Ante este alto consumo, es prioritario focalizar acciones que permitan el ahorro y el mejoramiento del consumo energético porque este cambio tendrá un efecto significativo a corto plazo en los costos y en la productividad de las empresas.

Posteriormente, debe surgir una planeación a mediano plazo a través de análisis y modelamiento de procesos que permita estandarizar puntos óptimos de operación porque este proceso no solo consiste en reducir el consumo energético, también se trata de una conversión a tecnologías más eficientes que permitan dos objetivos integrales que están correlacionados: el primero, es una reducción en los costos operativos que representa la transformación energética; y el segundo, el beneficio común que implican todas estas evoluciones tecnológicas que permitan obtener una mayor sostenibilidad ambiental y cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Para alcanzar la eficiencia energética como agente de cambio es importante promover una cultura energética, especialmente en sectores industriales, que evidencie como la transformación energética se ha convertido en uno de los pilares de desarrollo más importantes que tendremos en los próximos 30 años. Igualmente, otro aspecto relevante es que esta transformación en cada una de las empresas sea percibida como un proceso que permite aumentar la competitividad y los niveles de innovación.

También es necesario que los líderes empresariales comiencen a visualizar que la mejora en términos de eficiencia en innovación, son un factor clave para favorecer el desempeño de cualquier organización en términos de competitividad, sostenibilidad ambiental, capital humano y proyección a largo plazo. Según una encuesta de percepción realizada por la ANDI (2019) a empresas del sector industrial, más del 70% de las empresas aún no promueven procesos de innovación a largo plazo, pero consideran que son estrategias importantes para ser más competitivos en el mercado. El interés y la motivación que tienen los empresarios en torno a los procesos de innovación abre una ventana de oportunidad y establece un interesante reto de generar articulación interinstitucional e intersectorial entre el sector público y privado, en donde se fomente la cultura y la transformación energética al interior de los sectores económicos.